Nos llaman a despertar, a rezar, a trabajar, a las armas, a festejar y, en tiempos de crisis, a unirnos.
Las campanas se han utilizado en el pasado no solo para proporcionar música, sino y también en sentido de celebración y para alejar a los demonios y los espíritus malignos. Gran parte del origen del repique de campanas se basó originalmente en festivales y celebraciones de invierno paganos cuyo propósito era proteger a la población de las entidades.
Eran una forma sencilla de hacer ruido. Podían fabricarse u obtenerse fácilmente y todos sabían cómo usarlos. Algunas personas pensaron que cuando comenzara el invierno, los espíritus horribles vendrían a lastimarlos, entonces, en los días oscuros después de la caza o la cosecha, realizaban ceremonias para evitar que les sucedieran cosas horribles mientras esperaban la primavera.
A esta singular virtud de espantar a los espíritus se le suma la de ahuyentar las enfermedades del ganado, de reunirlo a su alrededor y de ayudar a encontrar una oveja descarriada. Sin embargo, para Napoleón, como lo dijo un día de melancolía; el encanto de las campanas se resume en ese poder de evocar el pasado.
La costumbre de usar estos creadores de sonido se convirtió en la celebración de la Navidad, y la gente hacía ruido para alabar algo feliz, en lugar de hacer ruido para espantar las cosas malas.