domingo, septiembre 17, 2023

No, Lucifer no es tan malo como nos lo han pintado

Hubo un tiempo en el que el demonio daba mucho más miedo que ahora. Su imagen de entidad maligna cambió cuando, paradójicamente, algunos artistas y poetas se empezaron a acercar a él.


De entre todas las representaciones cinematográficas de Satanás, sin duda la más terrorífica es la que ejecuta el actor Tim Curry en Legend (1985), de Ridley Scott. Largos colmillos, cuernos gigantescos, una altura descomunal en proporción con su ancha musculatura, un tridente y carne roja de color sangre. Los niños millennials de la época tuvieron las pesadillas más espeluznantes garantizadas. Por lo general, al más malvado de todos los seres malignos, siempre se le ilustraba en el cine como una sombra, un espíritu o una presencia. Nada da más miedo que lo que no se puede ver, de ahí que en películas de terror clásicas anteriores a la cinta de Scott, como en la inolvidable El Exorcista (William Friedkin, 1973), el demonio apareciese en un solo 'frame'. Cuanto menos se enseñe de este ser tenebroso, mejor, mucho más miedo. Por ello, la recreación de Satanás de Scott resulta, además de atrevida, la más eficaz a la hora de transmitir todo lo que nos atemoriza de esta personificación del mal.

Tim Curry interpretando a Lucifer en Legend


Pazuzu en uno de los frames del Exorcista 


La figura de Lucifer no siempre ha estado exenta de atributos morales negativos, o como mínimo, no se le ha representado como un monstruo sobrenatural. Al margen de otras representaciones cinematográficas en las que se le humaniza -El abogado del Diablo  (1997) o en Constantine (2005)-, el carácter, las motivaciones y las acciones del Ángel Caído no siempre fueron del todo malignas. Dependiendo de qué marco histórico estemos hablando, su papel dentro de la mitología religiosa o la literatura fantástica, ha ido cambiando. Actualmente, podríamos decir que adquiere esa figura terrorífica por una industria cultural que tiende hacia el reduccionista binomio que contrapone el bien al mal. Lo malo aparece como feo, monstruoso y terrible, y lo bueno siempre es cándido, dulce y hermoso.

En el Abogado del Diablo se representa a Satanás un poco más a como es

En Constantine se aborda más las intenciones de Satán 


Sea como sea, es sorprendente descubrir que el texto que de manera tradicional más ha representado a Lucifer como agente que se contrapone al bien, lo retrate de una forma mucho más benevolente, en contraste con lo que pensaríamos en un inicio o por defecto. Sí, nos referimos a la Biblia. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la figura del demonio no es la de un monstruo o una entidad que solo busca engañar y hacer el mal a los hombres, aunque sea como venganza ante Dios por haberle expulsado del cielo. De hecho, Lucifer, el nombre que adopta en las escrituras antes de ser desterrado, significa en hebreo "lucero del alba" o "el que es brillante y luminoso". Esto se contrapone a Satanás, que significa "el adversario" o "el acusador".


Los Ángeles contra Satán 




Lucifer y Satanás: antes y después de ser desterrado

Como mucho, una vez convertido en Satanás, el Ángel Caído es un envidioso. Pero en ningún momento se muestra excesivamente preocupado por hacer el mal. Cuando es expulsado del paraíso, vaga por la tierra observando los actos mundanos de los humanos, intentando demostrar a Dios que no es tan 'querido' como cree por los hombres a los que ha insuflado vida. Así lo argumenta Erik Butler, escritor e investigador en la Universidad de Yale, en un artículo publicado en Aeon. "El papel de Satanás en la Biblia es poner en cuestión a la dignidad humana y, lo que es más importante, afirmar el poder trascendente de la Deidad", escribe. "No hay nada dominante o incluso particularmente malvado en él, se parece más a un abogado que a otra cosa".





Es imposible desligar al mismísimo demonio de los preceptos culturales que se le asignan como representación definitiva del mal. Pero, incluso, en el Nuevo Testamento, cuando se supone que debería encontrar en Jesucristo a su mayor archienemigo, ya que es el Hijo de Dios, no ejerce ningún tipo de maldad en él, tan solo le atrae e intenta convencer de que el camino que ha escogido al aceptar su destino como Mesías, es el equivocado. "A menos que hacer preguntas sea malvado, no hay nada de malo en lo que hace Satanás", asegura Butler, quien ha titulado, a propósito de este papel como mediador que cuestiona el destino de Jesús, su nuevo libro como The Devil And His Advocates ("El diablo y sus abogados", en español), publicado por la Universidad de Chicago.


Un abogado, más que un ser malvado y sobrenatural

Butler menciona antes el Libro de Job, del Antiguo Testamento, en el que Satán intenta convencer a Dios de que los humanos solo le aman porque "fue bendecido con privilegios materiales" tras afirmarse como el más leal de sus siervos. Entonces, los dos pactan despojarle de todas sus posesiones para demostrar su fe verdadera. Una vez sumido en la pobreza, solo le sobrevienen tragedias, como la muerte de sus hijos o la destrucción de su hogar. "Pero estas desgracias no son causadas por Satanás, son cosas que puede ocurrirle a cualquier mortal", avisa el escritor, aunque lógicamente, la interpretación sobre el papel que tiene el diablo es distinta dependiendo de la fuente.


Job perdió a todos sus hijos en un día



Otra versión cinematográfica que coincide con esta interpretación de Butler, llegados a este punto, es el esbozo que hace del demonio el cineasta Mel Gibson en su violenta La Pasión de Cristo (2004). Cuando el Mesías está a punto de morir crucificado, y después de muchas torturas, se le acerca a los pies de la cruz un enigmático ser encapuchado en una túnica negra que parece una mujer, pero que no lo es (los ángeles no tienen género), quien sostiene un bebé con rostro de viejo. Este detalle, por bizarro que nos resulte, no es nada baladí ni casual; es más, deberíamos estar acostumbrados a esta representación de niños con rostro de viejo, ya que muchos cuadros de la Edad Media pintaban a los bebés de esta forma.

Una de las escenas más perturbadoras de La Pasión de Cristo. Satanás cargando en brazos a si hijo (El anticristo)

Se trata de una de las mejores escenas del film, puesto que ejerce un gran contraste entre toda la brutalidad mostrada hasta ese punto. Este plano tan sencillo sirve para atemorizar más que todos los estallidos de sangre que se proyectan durante toda la película. Son muchas las interpretaciones que se han hecho de esta escena. Su autor, el propio Gibson, alude a lo más evidente: quería mostrar un contraste entre algo tan bonito a simple vista como la maternidad, y lo más oscuro, como lo demoníaco.

Hay distintas teorías sobre el verdadero significado de la imagen y el espectador deberá sacar la que considere más apropiada. Lo cierto es que se intuye que Satanás es la persona andrógina de la túnica, quien enseña con malicia el que sería su primogénito, el Anticristo, y que, a diferencia de Jesús, no está en una cruz con el consentimiento del Padre todopoderoso. Evidentemente, hay maldad en la mirada, pero ni mucho menos fue él quien ordenó su ejecución; más aún, le susurró lo que debería hacer para evitarla, algo con lo que Jesús no estuvo de acuerdo al tomarlo por una tentación.

Y llegó el siglo XIX: bendito (y maldito) demonio

Durante toda la Edad Media y hasta la Ilustración, la imagen del demonio estuvo empantanada de malos significados para justificar el poder eclesiástico. Solo hay que pensar en la Santa Inquisición. El diablo, como diría después Donald Ray Pollock, estaba presente a todas horas. Fue a partir del siglo XIX cuando su reputación mejoró, en este caso gracias a la recuperación de una obra que en su día se opuso a La Divina Comedia de Dante y cuya humanización de Satanás sirvió de inspiración a los poetas románticos, decadentistas y simbolistas que empezaron a surgir en los países europeos, sobre todo en Francia.

Juicio de la Santa Inquisición 


Esta obra literaria es el poema narrativo El paraíso perdido, de John Milton, publicado en 1667. En ella, el Ángel Caído no se presenta como una entidad del infierno que representa un antagonismo clásico con Dios, sino como un seductor carismático que escoge por voluntad propia ser un rebelde y dejar de ser una oveja. "Milton dio un giro revolucionario al retrato artístico del diablo", explica Gabriel Andrade, autor de Breve Historia de Satanás (Nowtilus), el que quizás sea el mejor tomo en español para acercarse a esta evolución del Satanás de la Edad Media al de la modernidad. "Optó por retratar un héroe rebelde que se alza contra la tiranía del orden establecido, y que si bien falla en el intento, al menos tiene la osadía de hacerlo".

El Ángel Caído de John Milton 

Antihéroe de los malditos

Y de malditos anda el asunto, pues no podemos olvidar al último de ellos, quien nos dejó hace apenas unos años, en 2014: Leopoldo María Panero. En su poema Himno a Satán podemos reconocer cada uno de los atributos positivos que alguna vez tuvo el demonio y que hemos desglosado en este tema. Pero, ante todo, no hay que olvidar la moraleja: no es una entidad abstracta la que acomete los mayores males en el este mundo, ni tampoco es de recibo justificar nuestras maldades basándonos en lo que nos pueda silbar al oído, como ocurre en la mitología bíblica. Solo el ser humano puede responder por sus propios actos.

Leopoldo Panero escribió un curioso poema a Satanás.


El villano de la historia o solo un ser rebelde. Lo único cierto es que este ser guarda muchos misterios.

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